Edad protohistórica o Genshi

Antes de finalizar el período Yayoi, desde alrededor de mediados del siglo III, los clanes en la región de Yamato y en otras áreas del centro y oeste de Japón comenzaron a levantar montículos funerarios donde enterrar a sus jefes. Las de mayor dimensión se elevaron en Yamato, zona de mayor preeminencia que controlaba políticamente el resto del país. El periodo Asuka (593-710) marca la fase final de esta transición entre el período protohistórico y su entrada en la historia. Este período arranca del establecimiento de la emperatriz Suiko en su palacio de Toyoura en la región de Asuka en Yamato, al sur de la actual Nara. Ese mismo año, 593, el príncipe Shôtoku se convirtió en su regente. El budismo, introducido a mediados del siglo VI encontró en él y en su corte el mayor apoyo que pudo imaginar.Tanto en arquitectura y urbanismo, como en política, se siguieron los modeloschinos y coreanos y, tomando prestada su escritura, se comenzaron a recoger los primeros anales históricos.

 

Desde el siglo VIII Japón era el segundo país de Asia Oriental, sólo inferior a China, en sus realizaciones políticas y culturales. Los japoneses asimilaron muchos elementos de la civilización china. Sin embargo, en casi todos los campos marcaron con su propia impronta lo que habían aprendido, de modo que mantuvieron un estilo cultural propio. Mil años después, Japón fue el primero de los países asiáticos orientales en adaptarse a la civilización occidental. Pero, una vez más la fusión cultural resultante muestra el sello distintivo de la herencia histórica propia de Japón. Hoy, las viejas generaciones hablan con cierto tono despectivo de una "nueva raza" (shin-jinrui) de japoneses. Se refieren a los que nacieron después de la Segunda Guerra Mundial y poseen unos intereses y valores que se ven muy distintos a los suyos. Dicha generación, y las que le han seguido, parecen menos disciplinadas, más agresivas, individualistas, occidentalizadas y consumistas. Pero, aun así, es indudable que los shin-jinrui comparten la mayor parte de los valores culturales de sus mayores, haciendo hincapié en los que han contribuido a su destacada posición económica en el ámbito internacional: educación, trabajo duro, disciplina, armonía familiar y grupal, consenso y prioridad de los objetivos nacionales sobre los personales. Más acordes con la cultura occidental que las pasadas generaciones, no por eso han dejado de identificarse con la historia y la cultura de su país.