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Como todas las artes que provienen de las culturas asiáticas, las bases de su estética se centran en el elemento sagrado.
Se cree en la existencia de múltiples fuerzas invisibles, dioses locales, genios protectores, espíritus de las cosechas, del hogar, de los antepasados y de los parientes fallecidos, fuerzas de la fertilidad, de la generación de la vida, poderes que mueven tanto al cosmos como a los humildes objetos.
 
Estas fuerzas son los kami, representaciones de lo sagrado que no están individualizadas ni personalizadas. Los kami se multiplicaron y se hallan presentes en todas las actividades de la vida diaria del japonés. La historia cuenta que el universo fue creado por los tres kami, nacidos sin progenitores, y por una jerarquía descendiente que recuerda los eons gnósticos.
 
El culto a estas creencias forman la religión nacional, llamada "sinto".
La liturgia de esta religión recordaba a los japoneses que existían fórmulas mágicas que favorecían la pesca, los trabajos de la granja, la fabricación de objetos y demás tareas. Esta mentalidad, esta visión del mundo, está muy presente todavía en el pueblo japonés y permanece en el subconciente colectivo de este pueblo.
 
En el arte japonés se imita la armonía de la Naturaleza, se evoca a los dioses que forman la sustancia de las cosas.
 
La llegada del budismo a través de China en el siglo VI., transformó profundamente la cultura japonesa, pero no modificó los conceptos en que se basaba. El arte de Japón, al entrar en contacto con la cultura búdica, un pensamiento más refinado, se volvió más presico en sus técnicas.
Características principales del arte japonés:
- Simplicidad de sus formas.
- El elemento ornamental o decorativo desaparece.                                                 
- La pobreza de los medios y de la materia, el wabi japonés.
- Se trata de un arte austero.